La colectiva «Encuentros Atemporales» reúne a veinte nuevos artistas con cinco clásicos de Marlborough
El arte es el fruto de una prolongada conversación en el tiempo en la que participan varios interlocutores, el artista, los artistas que le precedieron en el tiempo, los que le acompañan en el suyo, y, finalmente, el espectador.
La historia de la Galería Marlborough Madrid ha sobrepasado ya tres décadas de actividad ininterrumpida, en las que ha prestado especial atención al arte y a los artistas españoles. Encuentros Atemporales, comisariada por Mariano Navarro, quiere ser un elemento propicio para que esa conversación muestre su faz perpetua en un presente activo.
Cinco de los más veteranos artistas de la galería –Luis Gordillo, Juan Navarro Baldeweg, Soledad Sevilla, Alfonso Albacete y Francisco Leiro– dialogan con casi una veintena de artistas de distintas generaciones en una muestra que es tanto una conjunción de ideas compartidas como el testimonio de su permanencia.
Del mismo modo que en la música popular hay canciones con el mismo título que abordan temas parecidos o distintos, pero cuya melodía final es tan distinguible como diferenciada, así ocurre con las obras que concurren en esta exposición.
Los artistas ajenos a la galería participantes en la muestra lo hacen tanto como una constelación en torno a los representados por Marlborough, como desde su protagonismo singular, sin que por ello pueda deducirse, en modo alguno, o al menos no es esa la voluntad del comisario, influencias directas o líneas jerárquicas.
El uso y manipulación constante de la imagen ha sido el instrumento de trabajo vertebral de Luis Gordillo. Digamos que define en cierto modo la posibilidad misma de existencia artística de la imagen. A ese mismo juego, con sus rupturas con lo convencional y su remisión a la historia dedican su trabajo pintores de maneras tan diferentes, pero con un cierto tronco común, como son Pere Llobera, Nacho Martín Silva y Jorge Diezma.
La relación entre la ciencia y la práctica artística menos convencional presidió la obra de Juan Navarro Baldeweg desde finales de los años sesenta hasta bien entrada la década de los setenta.
Relación explorada tanto desde los elementos propios de la naturaleza por otros artistas como Juan del Junco, y Rubén Ramos Balsa y, también, desde sus aspectos urbanos, por otros como Juan López. O en un extremo diferente los sofisticados procesos que llevan a la consecución de las piezas de Leonor Serrano Rivas.
La permanencia de la abstracción, entendida en su sentido más amplio es el sello de Soledad Sevilla. Una abstracción que tanto atiende a los elementos formales desarrollados a lo largo de un siglo largo, como a los argumentales, en la mayor parte de casos vinculados a lo natural, incluso paisajístico, en las obras de Arancha Goyeneche y Vicky Uslé. En otros responden más a cuestiones que podríamos considerar filosóficas o antropológicas, como en los casos de Cristina Lucas y Sara Ramo.
Una relación directa en el seno de la pintura y la historia de los géneros ha sido, entre otros, pero ésta vertebral, el eje sobre el que ha pivotado la obra de Alfonso Albacete. A esa respuesta a las propuestas de la realidad y a las distintas posibilidades de lectura de la misma se corresponden también, en una visión amplia las obras de Julia Santa Olalla, Rasmus Nielausen y Guillermo Mora.
Finalmente, la pervivencia de la figura humana o de la figura en su acepción más variopinta, en la que juega un papel determinante la sombra de todos los componentes históricos de las ideas ligadas a su interpretación, es el elemento fuerza de la escultura y el dibujo de Francisco Leiro y de MP & MP Rosado, pero también de Juan Muñoz y Victoria Civera, de Teresa Solar y de Elena Alonso.
Exposición realizada con la colaboración de: Alarcón Criado, Ayuntamiento de Pamplona, Bombon Projects, carlier | gebauer, Espacio Valverde, F2 Galería, Galería Alegría, Galería Juan Silió, Galería T20, House of Chappaz, Max Estrella, Moisés Pérez de Albéniz y Travesía Cuatro.
Imagen: Una semana de estudio. Guillermo Mora. 2022. Papel, acrílico, grapas y DM. 204 x 147 x 21 cm. Cortesía del artista y de Galería Moisés Pérez de Albéniz