Metamorfismo
Nota de prensa
Es de conocimiento común que la mariposa tiene una fase de desarrollo caracterizada por la creación de un envoltorio de protección para la crisálida, consistente en un extenso filamento de seda producido por la oruga al retrotraerse para su metamorfosis. Pero el cambio no es prerrogativa única de los seres vivos: también las sólidas piedras exploran otras mudas y aspectos. El metamorfismo alude a estos procesos de transformación de las rocas, que ocurren por modificaciones de temperatura o presión, y afectan a su composición mineral. Este tránsito de un estado a otro, esta alteración física que culmina en otro estado es el eje que conduce la conversación creada a partir de las obras de Nino Bulling (Berlín, 1986) y Francisco Leiro (Cambados, 1957).
Por una parte, las esculturas de Leiro presentes en esta muestra se nutren de la síntesis y el procedimiento esquemático propio de la cultura clásica de las Cícladas, así como del arte precolombino —en particular la escultura azteca y olmeca—, y contribuyen a crear un ambiente en el que se alterna lo terrenal y lo etéreo. Recordemos, por ejemplo, a Goethe sentado sobre un trozo de granito expuesto en la cima de una montaña, reflexionando sobre el antiguo descubrimiento de este material, que es a la vez “lo más alto y lo más profundo [...] el suelo sólido de nuestra tierra, y de la serena tranquilidad que proporciona esa solitaria y muda cercanía de la gran naturaleza de voz suave. En contraste con los fértiles valles, las cumbres de granito nunca han generado nada ni devorado nada vivo: existen antes y son superiores a toda vida”.
La elección del material le confiere peso a las esculturas, pero su representación es liviana: se trata de aves que no muestran de forma clara su naturaleza. Parecen estar en transformación, de manera que el espectador percibe un bloque de granito que representa una pavita, ¿o quizá al revés? Tal y como señala Roger Caillois en un extracto de su reflexión sobre mimetismo y psicastenia legendaria: “Con las alas extendidas, la mariposa se convierte así en la cabeza de una gran ave de rapiña. Sin duda, el ejemplo más claro de este tipo es la mariposa Caligo de los bosques brasileños, que Vignon describió de la siguiente manera: ‘Hay una mancha brillante rodeada de un anillo palpebral, luego anillos circulares superpuestos de pequeñas plumas radiales irregularmente coloreadas, todo lo cual imita perfectamente el plumaje de un búho, mientras que el cuerpo de la mariposa corresponde a su pico’...”.
Resulta imposible, además de estéril, realizar una taxonomía clara de las especies representadas por Leiro. Su vocación camaleónica permite intuirlas también como un envoltorio en cuyo interior se manifiestan diversas formas y percepciones.
Por otra parte, Bulling pone en jaque la idea de un esencialismo natural, rígido e inmutable, y explora las posibilidades de lo fluido en su muestra de personajes disidentes. Las escenas esbozadas sobre seda buscan difuminar las fronteras de lo visible y lo oculto, a semejanza del gusano de seda que construye su refugio: el material que en principio oculta la transformación será el que finalmente se rasgue para dejar emerger la forma definitiva. La seda transmite delicadeza y maleabilidad; parcialmente transparentes, las telas se superponen según el ángulo que adopte el espectador y la luz que incide sobre ellas.
En estos encuentros íntimos se despliega una voluntad de ofrecer representaciones sobre relaciones e identidades a menudo ausentes del relato mayoritario. Estas no se construyen de forma aislada sino también a través de la mirada y el deseo ajeno. Bulling parece proponer que la creación de escenas cotidianas, muy influenciadas por su práctica artística en torno a la novela gráfica y la narración ilustrada, apuntalan la defensa de un imaginario diverso, no atravesado por la normatividad. Sus figuras transitan todo el espectro del género y su expresión, inmortalizadas sobre una superficie también cambiante y mudable.
Esta selección busca poner de relieve los modos de fluidez y transformación de la naturaleza a la vez que cuestiona esta propia noción mediante dos materiales tan dispares como son la seda y el granito. En ambos casos, las obras sacan partido a las diferencias de peso, consistencia, densidad, tensión superficial y gravedad que caracterizan estos elementos orgánicos. En su aparente simplicidad, las evocadoras pinturas realizadas en tinta china sobre seda de Bulling y los majestuosos tótems de granito de Leiro permiten múltiples interpretaciones en torno a este contraste. De hecho, parece que el deber más estricto de las obras aquí presentes es el de emprender un proceso profundo y continuo de metamorfosis y metamorfismo, alterando constantemente su estructura más interna y incorporando la naturaleza del cambio en este ejercicio de transformación, transmutación, transfiguración: tantos pasos que nos encaminan a la revelación de una forma adquirida o elegida de la conciencia o la identidad, sin un punto final.
Imágenes de las esculturas de Francisco Leiro cortesía del MARCO de Vigo. Foto: UMFotografía
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