Tu pelo es mi bandera
Nota de prensa
La exposición “Tu pelo es mi bandera” se hace eco de las máximas feministas que aluden al individuo pero se diluyen en la comunidad. Las obras de Victoria Civera (Port de Sagunt, España, 1955), Sandra Gamarra (Lima, Perú, 1972), Anna Bella Geiger (Río de Janeiro, Brasil, 1933) y Sandra Vásquez de la Horra (Viña del Mar, Chile, 1967) defienden la voluntad de trascender la dimensión individual desde una conciencia profundamente reflexiva, introspectiva, casi meditativa, pero que se abre también a lo colectivo.
Si, tal y como afirmó la socióloga estadounidense Paula Rust, la vida personal y la política personal son indistinguibles, conviene concebirlas como un continuo sin quiebros en lugar de dos compartimentos estancos. Así, en esta muestra se entrelazan afinidades diversas en torno a la sensación de autonomía, pertenencia y agrupación, en un tenue equilibrio entre lo universal y lo particular.
La propuesta de Sandra Gamarra de naturaleza textil está realizada en lana de alpaca y oveja con la colaboración de Elvia Paúcar, maestra peruana del tejido tradicional, que recupera y resignifica la bandera del Perú, cuyo diseño clásico se divide en tres franjas verticales: dos rojas laterales y una blanca en el centro. Cuenta la leyenda que sería obra de José de San Martín, que al despertar de un descanso en plena campaña libertadora, vio volar unos pájaros con esos colores y “soñó” esa libertad para los pueblos del Virreinato español. Suele enseñarse en la escuela que el blanco ejemplifica la paz y el rojo, la sangre derramada para alcanzarla.
Esta gesta libertadora podría parecer una lucha blanca, y las repúblicas una victoria en las que las comunidades autóctonas y las comunidades afrodescendientes fueron solo partícipes secundarios, sin agencia. Pero la artista se afana en rebatir esta narrativa: para ello reemplaza los tres colores habituales con tonos de la piel de los habitantes del Virreinato peruano que se ilustran en las pinturas de castas. Estas pinturas de castas del Virrey Amat están conformadas por veinte piezas en las que se presentan diferentes etnias que cohabitaban en el territorio que hoy es el Perú. De esta manera, Gamarra no solo rompe la idea de unidad y uniformidad, sino que incluye a la multitud de habitantes y de pugnas que fomentaron estas luchas, además de señalar que esta nueva república es heredera de los problemas de la sociedad racista, clasista y esclavista que le da origen y que pervive hasta hoy.
En línea formal con su aspecto geométrico (que incluye una carga simbólica), apreciamos en la obra A solas de Victoria Civera la voluntad de conjugar dos horizontes en uno. Sobre dos superficies divididas de metal, dos colores —rojo y azul claro— forman una unidad diferenciada. Además, ya desde su título se nos evoca el aislamiento de un punto subjetivo sobre un paisaje: la línea de unión entre los metales sugiere un horizonte o meridiano que abraza materiales orgánicos (la tripa natural, el tejido, el plomo, el caucho se unen a los metales) invitándonos a imaginar nuevos confines en los que poder reconciliar ocaso y amanecer.
Esta instalación funciona casi a modo de presentación de los propios valores de Civera: la obra ejerce aquí función de estandarte, de defensa de su poética y práctica aterrizada, en una síntesis tan pulida como un metal que hiciera de espejo.
El espectador volverá a encontrarse con una mujer sola, en este caso personificada en la obra de Sandra Vásquez de la Horra, que en su conjunción de papel y trazo nos presenta una figura femenina, de singular trenza, plegada en forma de biombo. Su cualidad casi fantástica alude a una evanescencia que nos permite amplificar y trascender la idea de feminidad. En ese registro onírico cargado de simbología, cómo no atender a lo que la cabellera tiene de signo identitario colectivo. La trenza, al igual que tantas otras manifestaciones capilares, se utiliza no solo como forma de expresión creativa sino también de pertenencia grupal, en un orgullo que nos lleva a blandir determinados peinados como si fueran emblemas distintivos.
Redondean esta selección dos piezas de Anna Bella Geiger, dos banderas que por su contexto sugieren la defensa de un porvenir posible y la construcción de una utopía alcanzable. Realizadas durante la dictadura militar brasileña, la artista explica: “Aquel momento en la Praça General Osório en 1969, cuando los artistas brasileños se reunieron con sus banderas y pancartas, no fue de celebración, sino de unidad en una lucha por la libertad: para expresar nuestras ideas, para luchar por recuperar el derecho al voto, ¡para acabar con la tortura! Las banderas y pancartas significaban, a través de otra forma de arte, nuestra valentía al acudir a un espacio público para manifestarnos contra la dictadura. Concebí las seis banderas como tiras colgadas de un tejido frágil como es el tafetán, donde prevalece el significado simbólico de los colores de la bandera brasileña. Pero a estos colores añadí el del luto, el negro, y bordé una pequeña bandera de papel de periódico”.
Parece relevante señalar que estas piezas textiles, además de utilizar materiales rotundamente humildes, no tienen dobladillo, por lo que se funden en uno con la realidad, sin borde ni remate que establezca distinción o frontera. Por último, reluce la noción de bandera como objeto que se corporifica con toda su carga universal en el posicionamiento particular de la artista, acostumbrada a traducir sus ideas desde el campo de la figuración a la abstracción en una constante búsqueda conceptual de densidad y fragilidad.
En esta muestra se entrelazan, por tanto, como si de hilos y cabellos se tratara, afinidades diversas en torno a la comunidad y la pertenencia, en un tenue equilibrio entre lo público y lo privado.
Imagen de "Tu pelo es mi bandera" cortesía de Sandra Vásquez de la Horra. Foto: Gunter-Lepkowski
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